En los principales países cafetaleros, cada cosecha culmina con un reto: la Taza de la Excelencia, donde solo unos pocos lotes están a la altura.

Para entrar, un café tiene que superar los 87 puntos en catas a ciegas por jueces locales e internacionales. Y no muchos lo consiguen.
En los últimos años, el sistema ha evolucionado: ahora se compite por método de proceso —lavado, honey, natural…— lo que pone en valor el trabajo técnico y las decisiones detrás de cada taza. Cada café finalista viene con nombre, apellido, altitud, variedad y finca. Nada se esconde.

Los mejores (normalmente entre 24 y 30 cafés) llegan a una subasta electrónica donde se paga mucho más que en el mercado tradicional. Cada libra subastada va con trazabilidad y reconocimiento. El dinero, al productor. El prestigio, también.

¿Más de 90 puntos? Eso es otra liga. Complejidad, limpieza, dulzura y carácter como para quedarse grabado en la memoria.
Esto no es una competición cualquiera. Es el estándar de calidad más respetado en el mundo del café.
No podemos cerrar sin mencionar a dos familias amigas y bien conocidas en este certamen: los Alvarado de Corazón de Jesús (Costa Rica) y los Coto de El Platanillo (Guatemala). A ellos pertenecen estas fotos.
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Cómo usar el ratio café-agua para preparar la taza perfecta.